El Nokia 106 surge entre nosotros y un golpe de nostalgia nos lleva a recordar cuando los teléfonos no tenían pantallas táctiles, cuando disponer de algún juego instalado era un privilegio y cuando los politonos sonaban como orquestas sinfónicas encerradas en el compacto espacio de un dispositivo con formato tipo barra. Este Nokia 106 nos traslada a aquellos días, y lo hace respetando la esencia de aquellos dispositivos.
Es decir, que lo que podremos hacer con este teléfono se limita a lo que se espera de un teléfono. Aunque, eso sí, con el aval de un precio que, aunque se anticipa muy asequible, sigue siendo una incógnita. Su autonomía en uso roza las diez horas y supera los 35 días en espera. Y para colmo, su teclas son indelebles, con lo que por más que lo usemos nunca mostrarán signos del desgaste. Porque un clásico es un clásico.
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