Hay quien asegura que el éxito de Angry Birds se debe, en gran parte, al hecho de ser gratuito. Eso, claro está, sin hacerle ascos al carácter adictivo y extremadamente divertido de este gamberro juego para móviles Android, Symbian, iOS y Palm. No obstante, parece que a la gente no le importa demasiado pagar los tres euros que cuesta aproximadamente en cada plataforma hacerse con la versión completa sin publicidad de este título desarrollado por Rovio para la editora Chillingo (recientemente adquirirda por Electronic Arts, precisamente para la explotación y beneficio de Angry Birds).
Y es que de los 30 millones de usuarios que se han descargado Angry Birds en todo el mundo desde su lanzamiento, un tercio pasaron por caja en la versión de iPhone para tener la versión premium de este entretenido juego. Así, aproximadamente diez millones de descargas procedieron de usuarios que pagaron gustosos el precio que la tienda de aplicaciones de Apple (la App Store) estipulaba por el título de los pajarracos cabreados.
Más allá de los nutritivos beneficios que esto aporta a los propietarios de Angry Birds (haz cuentas sólo con las descargas, que luego habría que sumarle los ingresos por publicidad de la versión gratuita), este juego demuestra que el modelo de negocio en los videojuegos del futuro pasa por tomarse muy en serio a la telefonía móvil como plataforma.
Especialmente, por el hecho de que los móviles están movilizando a un grupo de usuarios que no tenían porqué interesarse por los videojuegos, de modo que los grandes estudios amplían su posible mercado con títulos aparentemente pequeños, como este Angry Birds, que acaban por convertirse en auténticos pelotazos comerciales.
Recordemos que sólo en sus primeros dos días de vida en Android, Angry Birds consiguió colocar dos millones de descargas, una demanda inaudita no sólo para un juego, sino para prácticamente cualquier tipo de aplicación para móvil.