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Quién nos iba a decir, allá por marzo de 2010, que esa pantalla táctil que Steve Jobs sostení­a en las manos y que parecí­a un móvil gigante iba a servir para tantas cosas. Y desde luego, a ver quién era el guapo que iba a poder sostener que el iPad, y más tarde el iPad 2, podrí­a convertirse en un firme aliado para los usuarios más creativos que focalicen su talento hacia la música.

No en vano, la AppStore está bien cargadita de aplicaciones descargables que exprimen con ingenio las opciones técnicas de la tableta de Apple. De entre las cientos de opciones interesantes que podemos encontrar en las estanterí­as virtuales de Apple, hoy vamos a destacar cinco utilidades que te ayudarán a desatar tus inquietudes musicales, seas o no un ducho compositor o intérprete.

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GarageBand (5 euros)

Empezamos por la aplicación de cabecera de Apple. GarageBand es la aplicación de escritorio de la firma de la manzana. Hay quien lo considera como el Logic de juguete (Logic es la aplicación profesional de grabación, secuenciación y masterización de Apple). Pero nada de eso. Gente de primer nivel, como Trent Reznor (ganador del Oscar a la mejor banda sonora este año por La Red Social y alma máter de Nine Inch Nails) ha aplaudido GarageBand. Si quieres comprobarlo, descarga esta canción que montó precisamente con este programa.

En su versión para iPad, GarageBand rescata la gran mayorí­a de opciones de la edición de escritorio. El uso de la aplicación se divide, en principio, en dos apartados principales: el secuenciador y el controlador de instrumentos. En el primero aparecerá una lí­nea de tiempo progresiva que podremos editar cambiándole el tempo (velocidad), modificando el compás, añadiendo o quitando pistas (instrumentos), o introduciendo cambios en las propias notas y pistas que se vayan escribiendo sobre ella.

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En el controlador instrumentos tendremos varias fuentes de sonido disponible, ya sean teclados, instrumentos de cuerda, simulaciones orquestales e, incluso, dando la opción de meter sonido con un controlador externo o grabando nuestra voz. Todo lo que vayamos grabando con los intrumentos virtualizados en la pantalla táctil se lanza automáticamente a la lí­nea de tiempo. Pero si no das con la tecla de la interpretación que más te gusta, tranquilo: como te hemos dicho, en la lí­nea de tiempo puedes maquillar un poco el resultado para que se acerque a lo que querí­as grabar.

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A GarageBand no le faltan loops (secuencias pregrabadas de ritmos, melodí­as o recursos con los que escribir más rápido nuestra canción o darle un empujoncito a pasajes completos), efectos de inserción (como reverberaciones o ecos) y unas mí­nimas opciones de ecualización. Lo mejor es que es la aplicación más completa de la AppStore en su género, considerando el precio que tiene. Lo peor está en la limitación que podrí­amos sentir en algún momento con las opciones de edición en la lí­nea de tiempo.

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FL Studio Mobile HD (16 euros)

Otro clásico de ordenador. Sin que haya llegado aún la versión para Mac, FL Studio Mobile HD es quizás el más divertido de los secuenciadores para móviles. Se trata de una versión para móviles y tabletas del popular Fruity Loops Studio, un programa que lleva más de quince años desatando el potencial de aficionados y profesionales en todo el mundo, y que cuenta con el respaldo de gente como Mike Oldfield.

FL Studio Mobile HD es el más clásico de los secuenciadores, tanto en sistema de control como en funcionamiento. El menú principal se divide en seis partes:

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Keyboard/Drum Pads: es la versión virtual del controlador con el que interpretaremos melodí­as y ritmos. Dependiendo del tipo de sonido de salida que le configuremos y del aspecto que le vinculemos en el secuenciador de pistas, tendrá aspecto de piano (con varias opciones de visualización según tamaño) o de botonera de pads, o superficies para golpear y lanzar samples (o muestras de sonido).

Instruments: poco misterio aquí­. Es el menú de instrumentos. Se subdivide en cuatro apartados: teclados, sintetizadores, cajas de ritmos y loops. Conviene matizar algo: los sintetizadores no son virtualizaciones como tal de máquinas que nos ayuden a sintetizar sonidos, sino que son samples pregrabados de sonidos electrónicos. En el menú de Instruments podemos editar opciones como el paneo (para manipular la salida estéreo del sonido), el volumen, el ataque (para matizar o aminorar el golpe inicial de cada toque) y la duración del sample (dentro del margen que nos da la propia muestra, claro).

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Tracks: la madre del cordero. Aquí­ está el secuenciador en sí­. Al igual que en GarageBand, varias pistas mostrarán la progresión de las melodí­as y ritmos en la canción. Siendo como es una versión para móvies, FL Studio Mobile HD presenta un apartado de edición y control muy completo en esta edición, y aunque es notable que faltan muchas cosas respecto a lo que vemos en un ordenador, es probable que no echemos en falta nada de lo fundamental. Desde este menú podemos activar el controlador que hizo famoso a Fruity Loops, un minisencuenciador modular que distingue una casilla por cada toque dentro de un compás. Para hacer ritmos es la solución más divertida, sencilla e intuitiva de cuantas podemos encontrar en cualquier secuenciador de estas caracterí­sticas, y te aseguramos que cuando le cojas el punto pasarás muchas horas haciendo tus propias bases.

Effects: aquí­ la aplicación nos da hasta seis efectos de inserción y enví­o, aunque en realidad todos se comportan igual (añadiéndose a la salida general del proyecto, por lo que no podemos crear distintos efectos para cada pista). El problema de los efectos en FL Studio Mobile HD es que se pierde personalización en cada sonido, ya que los efectos sólo se pueden programar de una forma para todas las pistas a las que los añadamos. Esperemos que se solucione en futuras versiones.

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Projects: sencillo pero completo menú para acceder a las canciones que hayamos hecho o estemos componiendo. Se incluyen varias demos para que nos hagamos una idea de las posibilidades de esta potente aplicación.

Setup: aquí­ podemos editar opciones técnicas del rendimiento y la configuración del funcionamiento de la aplicación, como el volumen del metrónomo, la sensibilidad del pitch, programar la cuantización automática (para que los toques de teclado o cajas de ritmo se acerquen lo más posible a la armoní­a dentro de cada compás) o la latencia del motor de audio.

Lo mejor de FL Studio Mobile HD es que es de las aplicaciones más completas, divertidas e intuitivas de cuantas podemos encontrar de este género para iPad. Lo peor es que su precio no es una invitación a probarlo.

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Korg iMS-20 (13 euros)

Con esta aplicación, Korg iMS-20, nos encontramos con lo que se llama un estudio de sintetizador analógico, aunque en versión virtual, lógicamente. El funcionamiento de esta aplicación puede asustar a los no iniciados, con tantas ruedecitas, cables y botoncitos como panel de configuración de nuestras creaciones. Realmente, si no tienes unos conocimientos mí­nimos sobre el tema, será mejor que te ahorres los trece euros que cuesta llevársela. Aunque si tienes nociones mí­nimas, o el suficiente entusiasmo como para echarle paciencia los muchos tutoriales y consejos que hay en la red, este Korg iMS-20 puede llegar a darte muchas satisfacciones.

El Korg iMS-20 distingue tres partes fundamentales: el sintetizador en sí­, un secuenciador de 16 pasos y un controlador basado en dos pequeños paneles táctiles (acabáramos) que añaden algo de intuición a esta potente herramienta. Además de la medida complejidad que se traduce en mucha precisión, el gran atractivo del Korg iMS-20 está en el tipo de sonido que saca, con un toque muchos llamarí­a retro.

Además, el Korg iMS-20 tiene plena integración con el adaptador USB de Apple, por si quisiéramos controlar la aplicación con un dispositivo MIDI externo. Ofrece también un enlace directo a SoundCloud para que subamos en un periquete nuestras creaciones a esta web social de música. Sin duda, es la aplicación ideal para los usuarios más avanzados, por las múltiples opciones de edición que ofrece como sintetizador (cargadito de editores de oscilación, sí­ntesis, controles de envolventes, filtros y dinámicas).

Lo mejor, por tanto, está en que es de las aplicaciones más cercanas a la experiencia profesional, o al menos, amateur, dentro de este tipo de aplicaciones. Lo peor es que por su precio y por la naturaleza de la propia herramienta, Korg iMS-20 puede provocarle pesadillas a los usuarios que anden pez en esto de la música electrónica.

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SoundPrism (gratis, o versión Pro por 13 euros)

Vamos a relajarnos un poco después del estrés que a muchos puede haberles provocado el juguetito virtual de Korg. Para ello, vamos a enseñarte SoundPrism. Esta aplicación juega a la creación de melodí­as con un componente muy especial. Para empezar, no hace falta tener conocimientos de música ni de composición. Se agradece unas mí­nimas nociones, intuitivas cuanto menos, de armoní­a, ya que SoundPrism funciona sobre un panel deslizable que distribuye notas a lo alto y tonos a lo ancho. Cuando hablamos de tonos, nos referimos al nivel de agudeza o gravedad de una misma nota.

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A medida que subamos o bajemos en la presentación de las notas en vertical, veremos como cambian las armoní­as, que las podremos construir de muy diversas formas, según cómo tengamos activado el panel de edición de SoundPrism, que nos permitirí­a activar simultáneamente hasta tres grupos de notas con distintas armoní­as según tono y otros tres grupos de acordes según armoní­a. Además, también nos ofrece una opción para marcar notas dominantes, así­ como la opción de sostener módulos sobre el panel. Si necesitamos una ayuda, basta con que arrastremos de arriba hacia abajo (o viceversa) el panel vertical de opciones de la izquierda para que apareza ante nosotros un piano roll, que nos chive las notas que participan en cada acorde.

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SoundPrism, en su versión gratuita, incluye cuatro muestras diferentes para hacer nuestras melodí­as (órgano, pad -o colchón, muy de la onda de Moby-, teclado rhodes y sonido de sintetizador). Podemos ampliar la biblioteca de muestras con hasta cinco nuevas opciones, con un precio de 1,6 euros cada una. En cualquier caso, comprando la edición Pro de SoundPrism (por trece euros), las tendrí­amos ya integradas, junto con un panel de nuevas opciones, como la posibilidad de usar SoundPrism como controladora MIDI (tanto para secuenciadores que tengamos en el iPad como para otros de ordenador y VSTi). En este sentido, cuenta con las alabanzas de todo un primer espada como Jordan Rudess (flamante teclista de Dream Theater).

Lo mejor de SoundPrism es que es una aplicación endiabladamente adictiva. Cuando empieces a probarla te darás cuenta de que habrán pasado muchos minutos antes de que te des cuenta de lo embobado que te habrás quedado. Lo peor es que en su versión gratuita puede quedarse en lo anecdótico, y en su versión Pro quizás no valga los trece euros que piden por ella.

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Reactable Mobile (8 euros)

Y ya que hemos derivado en aplicaciones de música con entornos poco convencionales, por llamarlo de algún modo, qué mejor que cerrar la lista con Reactable Mobile. El padrinazgo de esta aplicación procede de la excéntrica Bjí¶rk, y no es para menos. Estamos ante la versión para móviles y tabletas de un sistema de control musical a tiempo real basado en una original y muy particular interfaz táctil.

La gracia de Reactable Mobile está en la forma en que se comporta la interfaz con lo que suena. En un espacio circular vamos arrastrando bases y loops que acaban por generar melodí­as más o menos prefabricadas. También podemos añadir osciladores, filtros y efectos, que en función de los gestos con los que los relacionemos con el resto de elementos sobre la mesa, se comportarán de una forma u otra.

Esta es posiblemente la opción las cargada de posibilidades para quienes quieran poner a prueba su sentido de la creatividad, pero quienes busquen profundidad no la encontrarán, ya que Reactable Mobile está tan cargada de limitaciones como de atractivo por su originalidad.

Así­, lo mejor de Reactable Mobile estarí­a en la frescura que le aporta al iPad, explotando todas las posibilidades de un terminal táctil con las dimensiones de la tableta del iPad. Lo peor, por contra, está en que muchos usuarios podrí­a frustrarse por haber pagado ocho euros por una aplicación que puede agotarse rápidamente si no le prestamos la suficiente paciencia. Además, en el iPad de primera generación no va tan fina como en el iPad 2.

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