Puede que le preguntes a un usuario del iPad para qué sirve el tablet de Apple y no te quede muy clara la respuesta. Pero aún así, el nuevo chisme de los de Cupertino ha seducido a mogollón de gente en todo el mundo. En cifras, ya son tres millones de personas las que han pasado por caja para llevarse el iPad en menos de tres meses (concretamente, en 80 días).
Ante estos datos, Steve Jobs se siente radiante como un niño el primer día de vacaciones. En las primeras cuatro semanas de andadura del iPad se alcanzó el primer millón de iPads vendidos, algo que situaba las estimaciones de ventas para 2010 en 4,8 millones de unidades. Ante las últimas cifras, Apple vuelve a calcular sus previsiones y las duplica hasta las 9,7 millones de tabletas. No obstante, del dicho al hecho hay un trecho, y aún queda un segundo semestre en el que el factor de expectación del iPad aún tiene que desinflarse.
¿Y dónde reside la clave del éxito de este cacharrito? Principalmente, en dos puntos. Como siempre, Apple sabe convertir un artículo en un producto de primera necesidad (aunque ni el propio usuario llegue en algunos casos a distinguir de qué necesidad se trata), lo que convierte a dicho producto en un objeto de culto.
Y por otro lado, el catálogo de aplicaciones que dispone el iPad es sin duda el más nutrido del mercado en esto de los sistemas operativos con tiendas de programas online. No obstante, la mayoría proceden del catálogo de iPhone y iPod Touch, aunque desde Apple han conseguido que la adaptación de un formato a otro no resulte muy traumática para el usuario.
En cualquier caso, detractores y defensores del iPad deben coincidir en un punto: el iPad enamora. Y como en cualquier relación romántica, poco pueden hacer las circunstancias que rodeen a los enamorados para impedir que se consume el amor. Ni siquiera el hecho de que la edición más simple del iPad cueste casi 500 euros, y la más boyante roce los 800 euros. Porque ya se sabe: el amor no tiene precio.
Imágenes: Nexobit y El Tiempo
