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Los cientí­ficos son gente muy reacia a ofrecer afirmaciones concluyentes sobre ningún tema. No en vano la ciencia convierte en mentira de hoy la verdad de ayer que volverá a ser verdad pasado mañana. Ese mismo principio de “no mojarse” es el que parecen haber aplicado los investigadores de la Agencia Internacional de Investigación del Cancer (IARC), un organismo que lleva nada menos que diez años estudiando la posible relación entre el uso de teléfonos móviles y el desarrollo de tumores malignos en el cerebro y zonas aledañas.

Pues bien, después de haber estudiado a 13.000 pacientes, los investigadores de la IARC han entonado aquello de “ni si, ni no, sino todo lo contrario”. Según el informe que han emitido sobre los resultados de su investigación: “no se puede confirmar que los móviles provoquen o aceleren tumores malignos”. Christopher Wild, director de la Agencia, ha comentado que “los resultados de la investigación no son concluyentes” y que, no hay datos que avalen la teorí­a de que las ondas que emiten los móviles puedan provocar cáncer.

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O sea, que los móviles no provocan cáncer. Esta afirmación, sin embargo, ha sido rápidamente matizada por Wild, que también ha dicho que aún es demasiado pronto para saber si los móviles podrí­an acarrear  consecuencias para la salud humana. No se, Christopher, más de uno podrí­a pensar que diez años de investigación deberí­an haber arrojado un resultado menos etéreo.

En definitiva, que nos quedamos como estamos. Los que tengan algún interés en el bando tecnológico seguirán desmintiendo la relación móvil-cáncer, mientras que los milenaristas agoreros de turno seguirán voceando que la radiación que emiten los terminales es tan mala como la falta de capa de ozono, la comida rápida, la contaminación, las antenas de telefoní­a, el sexo y los videojuegos.

El estudio de la IARC comenzó allá por el año 2000,  y ha contado con la participación de más de 13.000 conejillos de indias humanos voluntarios de paí­ses como Australia, Canadá, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Israel, Italia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Suecia y Reino Unido. En realidad, vivimos tan rodeados de radiaciones artificiales de distintos espectros que sólo descubriremos sus posibles consecuencias sobra nuestra salud el dí­a que nos salga un tercer brazo en la espalda. Hasta entonces, nuestros cientí­ficos seguirán investigando valientemente. Con las ayudas que reciben no podemos sino felicitarlos por su altruismo.

Ví­a: IARC

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