Hace tan solo unas semanas Samsung lanzó su Galaxy S10, uno de los tres nuevos modelos de la familia Galaxy. Hasta ahora hemos podido ver cuánto cuesta fabricar este dispositivo y cómo resisten frente arañazos. Ahora, el mismo usuario que realizó un test de durabilidad, desmonta por completo el móvil de la compañía surcoreana. Así es por dentro.
Jerry comienza a despegar la parte trasera del dispositivo. Lo hace con las herramientas adecuadas y aplicando calor al terminal. Como es de esperar, nos encontramos con el chip de carga inalámbrica. Esta placa nos permite realizar la carga por inducción a través de unos cargadores inalámbricos. Cuando se extrae esa placa, la cosa se complica. Parece ser que la conexión USB C está soldada a la placa base. Esto quiere decir que, si se estropea la conexión tipo C, se tendrá que sustituir toda la placa base. Por supuesto, es mucho más caro.
Mayor refrigeración respecto al anterior modelo
Jerry extrae diferentes componentes, como la triple cámara, batería, conexiones… Parece que todo está en orden. Y sorpresa de nuevo. Esta vez, buena. Samsung ha añadido un tubo de refrigeración líquida más grueso que en anteriores versiones. Por lo tanto, disipa mucho mejor el calor del dispositivo. Esto quiere decir que el Galaxy S10 tendría que sobrecalentarse con menos frecuencia. Sobre todo, al jugar a juegos potentes.
Por último, pero no menos importante: la pantalla. De nuevo, un problema similar al de la conexión USB C. El lector de huellas está pegado al panel frontal. Aunque es muy complicado que se deteriore el escáner, la pantalla si se puede romper (no hablamos del cristal, sino del panel AMOLED). Por lo tanto, al sustituir la pantalla habría que conseguir una original, que integre el escáner de huellas dactilares. De nuevo, algo más de coste.
Aunque Jerry solo ha desmontado el modelo Galaxy S10, es muy probable que los dos restantes (Galaxy S10e y Galaxy S10+) sean muy, muy parecidos.